9.21.2007

QUÉ SIGNIFICA SER POBRE?

Un padre económicamente acomodado, queriendo que su hijo supiera loque es ser pobre, lo llevó a lo profundo de la selva a pasarse un par de días en elmonte con una familia campesina; pasaron tres días y dos noches en su vivienda del campo.En el carro, retornando a la ciudad, el padre preguntó a su hijo qué te pareció la experiencia?"...muy buena" contestó el hijo con la mirada puesta a la distancia.Y... ¿qué aprendiste?, insistió el padre...El hijo contestó:"Que nosotros tenemos un perro y ellos tienen cuatro.Nosotros tenemos una piscina con agua estancada que llega a la mitad del jardín y ellos tienen un río sinfin de agua cristalina, donde hay pececillos y otras bellezas. Que nosotros importamos linternas para alumbrar nuestro jardín mientras que ellos se alumbran con las estrellas y la luna.Nuestro patio llega hasta la cerca y el de ellos llega al horizonte.Que nosotros compramos nuestra comida y ellos siembran y cosechan la de ellos.Nosotros oímos CD y ellos escuchan una perpetua sinfonía de colibríes, pericos, ranas, sapos,gorriones y otros animalitos...todo esto a veces dominado por el sonoro machete deun vecino que trabaja su monte. Nosotros cocinamos en estufa eléctrica y ellos todolo que comen tiene ese glorioso sabor del fogón de leña.Para protegernos nosotros vivimos rodeados por un muro, con alarmas y ellos viven con sus puertas abiertas, protegidos por la amistad de sus vecinos. Nosotros vivimos "conectados" al celular, a la computadora, al televisor y ellos, en cambio, están"conectados" a la vida, al cielo, al sol, al agua, al verde del monte, a los animales, a sus sembríos, a su familia". El padre quedó impactado por la profundidad de su hijo y entonces el hijo terminó diciendo:"Gracias papá, por haberme enseñado lo pobres que somos nosotros".

LAS GOTAS

La ola realizó un extraño balanceo interior, se irguió cuajada de espuma sobre la superficie y con la oportuna ayuda del viento, un puñado de gotas se escaparon de su cresta y empezaron a volar sobre la superficie del océano. Miles, tal vez millones de pequeñas gotas giraban, flotaban, danzaban en el espacio antes de caer nuevamente sobre el mar. Una de ellas miró a su alrededor y pensó: esa gota de allá es bastante flaca, la de más acá es en cambio demasiado gorda, esa parece muy brillante pero pequeña,insignificante, esa otra en cambio es un tanto opaca, como si estuviera sucia. Y así siguió y siguió describiendo todo que alcanzaba a ver durante ese breve segundo al que ella ahora llamaba "toda una vida". Más tarde se disgustó con una gota que, según ella le hacía sombra, y se hizo amiga de otra, que a su parecer era como ella. Con el "tiempo" empezó a detestar a unas, y a querer a otras, y en igual medida a temer, admirar, despreciar,seducir, compadecer o apartarse de otras que eran "odiosas", "amables", "inteligentes", "feas", "agresivas", "hermosas", "hipócritas", "geniales","oscuras", "triunfadoras", "vacías", "positivas", "traicioneras", "generosas", "santas" o "destructivas" según su particular forma de verlas. En una ocasión chocó suavemente con una de ellas y en ese choque algo cambió, se miró en la otra gota y se reconoció a sí misma: eres mi gota gemela, exclamó emocionada, y sucedió que de ese choque brotaron gotas más pequeñas a las que llamó gotas hijas. En verdad, pensó, soy capaz de dar vida. Más tarde, trazó un círculo y dijo: todas las gotas que están dentro del círculo son mi familia y mis amigas, las que están fuera son mis enemigas o gotas poco confiables. A las primeras las amo y las respeto, a las segundas, las detesto y les temo. Con la seguridad de tener bien delimitado su mundo, sonrió satisfecha al tiempo que seguía su caída inevitable.En los últimos instantes, en una millonésima de segundo antes de tocar la superficie del océano, la gota se dio cuenta de algo, pero no supo expresar lo que sentía. Era un sentimiento inmenso, poderoso; algo que la llenaba por completo, pero que al mismo tiempo la dejaba vacía, una especie de destello que borraba todo lo demás, parecido a lo que por unos instantes había sentido con esa gota con la que alguna vez había chocado suavemente y en la que se había reconocido, pero ya era demasiado tarde: la gota cayó finalmente al océano. Tan pronto como tomó contacto con el agua, se dio cuenta de algo maravilloso: en realidad ella no era una gota, no, su nombre era. su nombre era "océano". Más aún, sus límites no eran diminutos, como había creído, sino gigantescos. Una parte de ella eran olas pequeñas en las que se bañaban los niños de una playa de Africa, otra parte llevaba - cómo si fuera una caja de fósforos - a un barco carguero, otra parte de ella misma se erguía poderosa mientras cabalgaba y era cabalgada por un huracán en el Caribe, otra tocaba las gélidas costas de la Antártida, otra las costas de Oceanía, otra se agitaba inquieta en el estrecho de Bering. De pronto se dio cuenta de su enormidad y de su poder sin límites. Mi nombre es océano, se dijo emocionada, ¡océano! No tardó mucho su emoción pues una ola la levantó sobre la superficie del agua y con el soplo de la brisa marina se convirtió otra vez en una gota que giraba y flotaba sobre la superficie. Olvidando todo lo anterior, se volteó y dijo: el mundo está lleno de gotas, hay gotas flacas como la de allá, gordas como la de acá, brillantes como esa, opacas como aquella... En esas estaba cuando vio una gota junto a ella; en apariencia era como todas las demás pero había un algo que le atraía de forma inevitable. Su mirada era diferente, su forma de estar y de girar y de ondular al compás de la brisa era extraña, única. No podía dejar de mirarla, era como si danzara al mismo tiempo que estaba quieta, era como si hablara a la vez que permanecía en silencio, y cuando giraba una luz dorada la iluminaba y ella, no sabía cómo, empezaba a parpadear de manera hipnótica. Al fin, rompiendo esa mezcla de temor y reverencia por aquella gota extraña, le dijo: ¿quién eres? La gota la miró con dulzura y le contestó: soy tú. Se sorprendió de semejante respuesta. ¿Cómo era posible eso?, ¿se trataba de una adivinanza tal vez?, ¿era acaso un misterio insondable?, ¿una broma quizá? Se la quedó viendo sin atreverse a decir nada. Mírate, le dijo entonces la gota, mírate hacia dentro y verás que tengo razón. La gota siguió sin entender. Cierra los ojos, insistió, escucha tu silencio interior, déjate ir. No puedo, se rebeló la gota, cómo puedo cerrar los ojos cuando hay tanto que ver, como puedo sumergirme en el silencio cuando hay tanto que oír. Tus ojos te engañan, tus oídos también, dijo entonces la gota brillante. No, dijo la gota retrocediendo, aléjate, por un momento creí que eras, no sé, especial, pero ahora veo que estás loca. Claro que sí, dijo la gota brillante, loca para tu exterior, pero cuerda para tu interior. Una parte de ti sabe que tengo razón, la otra lo niega. La gota dio un salto hacia atrás aprovechando una leve ondulación de la brisa marina. Aléjate, gritó, aléjate o te denunciaré con las otras, les diré que estás loca, que eres una amenaza, que debemos deshacernos de ti. Puedes hacerlo si quieres, contestó con tranquilidad la gota brillante, pero por más que me alejes siempre estaré contigo, porque soy tú, porque soy todas las gotas y mucho más de lo que imaginas. Algún día comprenderás lo que he querido decir, agregó, algún día, cuando otra ola te levante sobre el océano y saltes a esto a lo que llamas "vida", una memoria escondida te asaltará, algo brotará desde adentro como un rayo de luz y recordarás, aunque sea de manera nebulosa, algo de lo que en verdad eres. Entonces, dando un giro increíble, se alejó. El destello de esa gota la dejó afectada durante un "largo" tiempo. Con frecuencia pensaba en ella o soñaba con ella, y hubo un tiempo en que ya no sabía qué sentir, si temor o amor, y sucedió que una fracción de segundo antes de caer otra vez en el océano, se dio cuenta, sí, se dio cuenta con claridad de lo que había querido decirle aquella gota extraña, pero ya era tarde. Cuando tocó nuevamente el agua del mar, se estiró todo lo que pudo, sintió todas sus olas en todas las costas del mundo, y volvió a sentirse océano enorme y poderoso. Entonces rogó para que en la próxima ocasión en que una ola la levantara sobre la superficie del agua y la lanzara al aire nuevamente, no olvidara lo que en verdad era. Y así fue: dos o tres olas más tarde, pudo verse a sí misma como una gota-océano flotando, girando, danzando entre millones de gotas aparentemente distintas. Sintió una felicidad enorme pues al fin se acordaba y se daba cuenta de que había dejado de estar dividida entre la ignorancia y la sabiduría, entre la pequeñez y la grandeza, entre la apariencia y la esencia. Una gota que la vio brillando con una luz especial, le preguntó intrigada, quién eres, y ella contestó con tranquilidad: yo soy tú, yo soy océano, yo soy infinito. La gota que la escuchaba, frunció el ceño.
Edgar Allan García

INSTRUCCIONES PARA SUBIR UNA ESCALERA

Nadie habrá dejado de observar que con frequencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situá un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de transladar de una planta baja a un primer piso.Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie). Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.
Julio Cortázar

SOÑAR

No había fiesta en el llano ni baile de joropo sin el arpa mágica del maestro Figueredo. Sus dedos acariciaban las cuerdas, se prendía la alegría y brotaba incontenible el ancho río de su música prodigiosa. Se la pasaba de pueblo en pueblo, anunciando y posibilitando la fiesta. El, sus mulas y su arpa, por los infinitos caminos del llano. Una noche, tenía que cruzar un morichal espeso y allí lo esperaron los bandidos. Lo asaltaron, lo golpearon salvajemente hasta dejarlo por muerto y se llevaron las mulas y el arpa. A la mañana siguiente, pasaron por allí unos arrieros y encontraron al maestro Figueredo cubierto de moretones y de sangre. Estaba vivo pero en muy mal estado. Casi no podía hablar. Hizo un increíble esfuerzo y llegó a balbucear con unos labios entumecidos e hinchados, "me robaron las mulas". Volvió a hundirse en un silencio que dolía y, tras una larga pausa, logró empujar hacia sus labios destrozados una nueva queja: "Me robaron el arpa". Al rato, y cuando parecía que ya no iba a decir más nada, empezó a reír. Era una risa profunda y fresca que, inexplicablemente, salía de ese rostro desollado; y, en medio de la risa, el maestro Figueredo logró decir "¡Pero no me robaron la música!".No permitamos que nos roben la ilusión, la esperanza, los sueños, la utopía. "La historia se acabó", pontificó el nipón estadounidense Francis Fukuyama, corno expresión de esa cultura neoliberal que se presenta con pretensiones hegemónicas, y busca convencemos de que este es el mejor de los mundos posibles y por ello no tiene sentido intentar cambiarlo. La felicidad queda reducida a los meros niveles del consumo y los sueños rebajados a conseguir objetos de marcas que nos distingan y nos siembren la ilusión de que somos superiores y mejores. Ya no hay en quién creer, qué creer, cómo creer, excepto para consumo privado e industrial. La esperanza anda desrumbada y agónica. Nieva mucho y fuerte en los corazones que buscan calor llenándose de cosas. Hoy, más que nunca, y precisamente porque miles de millones de personas en el mundo son sacados o "excluidos" de la posibilidad de una vida digna, las utopías, como dice Frey Betto, "no solo tienen futuro, sino que se tornan necesarias y urgentes. Pero no se encontrarán en ningún estante de supermercado. Surgirán en la medida en que los empobrecidos se vuelvan artífices de cambios hacia un futuro mejor (...)"En algún sitio leí la queja de aquel cura que decía que muchos se confesaban de haber tenido malos sueños pero nadie se confesaba del pecado mucho más grave de no soñar. No permitamos que nos roben el derecho a soñar, que es el más importante de todos los derechos. Sin él, no tienen sentido los demás. Sería terrible sí no pudiéramos imaginar un mundo diferente, soñar con él como proyecto y entregarnos con esperanza y alegría a su construcción. Opongamos nuestra capacidad de soñar al antisueño de los pragmáticos. Recordemos a Facundo Cabral: "Si dejamos morir nuestros sueños seremos pobres, si los cuidamos y ponemos en práctica, seremos ricos".Según la mitología de nuestros indígenas Yekuana, un sueño de Dios creó a los hombres y mujeres y les dio vida imperecedera más allá de las apariencias del dolor y de la muerte: Dios lo soñaba mientras cantaba y agitaba sus maracas, envuelto en humo de tabaco, y se sentía feliz y también estremecido por la duda y el misterio. Los Yekuanas saben que si Dios sueña con comida, fructifica y da de comer. Si Dios sueña con la vida, nace y da nacimiento. La mujer y el hombre soñaban que en el sueño de Dios aparecía un gran huevo brillante. Dentro del huevo, ellos cantaban y bailaban y armaban mucho alboroto, porque estaban locos de ganas de nacer. Soñaban que en el sueño de Dios la alegría era más fuerte que la duda y el misterio; y Dios, soñando, los creaba, y cantando decía: "Rompo este huevo y nace la mujer y nace el hombre, Y juntos vivirán y morirán. Pero nacerán nuevamente. Nacerán y volverán a morir y otra vez nacerán y nunca dejarán de nacer porque la muerte es mentira".
(Galeano).

ULTIMO POEMA

Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico.Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, Subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a más lugares a los que nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.Yo fui de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada momento de su vida, claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría solamente de tener buenos momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos, no te pierdas el ahora.Yo era uno de esos que nunca iba a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas.Si pudiera volver a vivir, comenzaría así hasta concluir el otoño, daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños si tuviera otra vez la vida por delante...Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo...
(APÓCRIFO)

AXOLOTL

Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl.El azar me llevó hasta ellos una mañana de primavera en que París abría su cola de pavo real después de la lenta invernada. Bajé por el bulevar de Port Royal, tomé St. Marcel y L’Hôpital, vi los verdes entre tanto gris y me acordé de los leones. Era amigo de los leones y las panteras, pero nunca había entrado en el húmedo y oscuro edificio de los acuarios. Dejé mi bicicleta contra las rejas y fui a ver los tulipanes. Los leones estaban feos y tristes y mi pantera dormía. Opté por los acuarios, soslayé peces vulgares hasta dar inesperadamente con los axolotl. Me quedé una hora mirándolos, y salí incapaz de otra cosa.En la biblioteca Saint-Geneviève consulté un diccionario y supe que los axolotl son formas larvales, provistas de branquias, de una especie de batracios del género amblistoma. Que eran mexicanos lo sabía ya por ellos mismos, por sus pequeños rostros rosados aztecas y el cartel en lo alto del acuario. Leí que se han encontrado ejemplares en África capaces de vivir en tierra durante los períodos de sequía, y que continúan su vida en el agua al llegar la estación de las lluvias. Encontré su nombre español, ajolote, la mención de que son comestibles y que su aceite se usaba (se diría que no se usa más) como el de hígado de bacalao.No quise consultar obras especializadas, pero volví al día siguiente al Jardin des Plantes. Empecé a ir todas las mañanas, a veces de mañana y de tarde. El guardián de los acuarios sonreía perplejo al recibir el billete. Me apoyaba en la barra de hierro que bordea los acuarios y me ponía a mirarlos. No hay nada de extraño en esto porque desde un primer momento comprendí que estábamos vinculados, que algo infinitamente perdido y distante seguía sin embargo uniéndonos. Me había bastado detenerme aquella primera mañana ante el cristal donde unas burbujas corrían en el agua. Los axolotl se amontonaban en el mezquino y angosto (sólo yo puedo saber cuán angosto y mezquino) piso de piedra y musgo del acuario. Había nueve ejemplares y la mayoría apoyaba la cabeza contra el cristal, mirando con sus ojos de oro a los que se acercaban. Turbado, casi avergonzado, sentí como una impudicia asomarme a esas figuras silenciosas e inmóviles aglomeradas en el fondo del acuario. Aislé mentalmente una situada a la derecha y algo separada de las otras para estudiarla mejor. Vi un cuerpecito rosado y como translúcido (pensé en las estatuillas chinas de cristal lechoso), semejante a un pequeño lagarto de quince centímetros, terminado en una cola de pez de una delicadeza extraordinaria, la parte más sensible de nuestro cuerpo. Por el lomo le corría una aleta transparente que se fusionaba con la cola, pero lo que me obsesionó fueron las patas, de una finura sutilísima, acabadas en menudos dedos, en uñas minuciosamente humanas. Y entonces descubrí sus ojos, su cara, dos orificios como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente carentes de toda vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada que parecía pasar a través del punto áureo y perderse en un diáfano misterio interior. Un delgadísimo halo negro rodeaba el ojo y los inscribía en la carne rosa, en la piedra rosa de la cabeza vagamente triangular pero con lados curvos e irregulares, que le daban una total semejanza con una estatuilla corroída por el tiempo. La boca estaba disimulada por el plano triangular de la cara, sólo de perfil se adivinaba su tamaño considerable; de frente una fina hendedura rasgaba apenas la piedra sin vida. A ambos lados de la cabeza, donde hubieran debido estar las orejas, le crecían tres ramitas rojas como de coral, una excrescencia vegetal, las branquias supongo. Y era lo único vivo en él, cada diez o quince segundos las ramitas se enderezaban rígidamente y volvían a bajarse. A veces una pata se movía apenas, yo veía los diminutos dedos posándose con suavidad en el musgo. Es que no nos gusta movernos mucho, y el acuario es tan mezquino; apenas avanzamos un poco nos damos con la cola o la cabeza de otro de nosotros; surgen dificultades, peleas, fatiga. El tiempo se siente menos si nos estamos quietos.Fue su quietud la que me hizo inclinarme fascinado la primera vez que vi a los axolotl. Oscuramente me pareció comprender su voluntad secreta, abolir el espacio y el tiempo con una inmovilidad indiferente. Después supe mejor, la contracción de las branquias, el tanteo de las finas patas en las piedras, la repentina natación (algunos de ellos nadan con la simple ondulación del cuerpo) me probó que eran capaz de evadirse de ese sopor mineral en el que pasaban horas enteras. Sus ojos sobre todo me obsesionaban. Al lado de ellos en los restantes acuarios, diversos peces me mostraban la simple estupidez de sus hermosos ojos semejantes a los nuestros. Los ojos de los axolotl me decían de la presencia de una vida diferente, de otra manera de mirar. Pegando mi cara al vidrio (a veces el guardián tosía inquieto) buscaba ver mejor los diminutos puntos áureos, esa entrada al mundo infinitamente lento y remoto de las criaturas rosadas. Era inútil golpear con el dedo en el cristal, delante de sus caras no se advertía la menor reacción. Los ojos de oro seguían ardiendo con su dulce, terrible luz; seguían mirándome desde una profundidad insondable que me daba vértigo.Y sin embargo estaban cerca. Lo supe antes de esto, antes de ser un axolotl. Lo supe el día en que me acerqué a ellos por primera vez. Los rasgos antropomórficos de un mono revelan, al revés de lo que cree la mayoría, la distancia que va de ellos a nosotros. La absoluta falta de semejanza de los axolotl con el ser humano me probó que mi reconocimiento era válido, que no me apoyaba en analogías fáciles. Sólo las manecitas... Pero una lagartija tiene también manos así, y en nada se nos parece. Yo creo que era la cabeza de los axolotl, esa forma triangular rosada con los ojitos de oro. Eso miraba y sabía. Eso reclamaba. No eran animales.Parecía fácil, casi obvio, caer en la mitología. Empecé viendo en los axolotl una metamorfosis que no conseguía anular una misteriosa humanidad. Los imaginé conscientes, esclavos de su cuerpo, infinitamente condenados a un silencio abisal, a una reflexión desesperada. Su mirada ciega, el diminuto disco de oro inexpresivo y sin embargo terriblemente lúcido, me penetraba como un mensaje: «Sálvanos, sálvanos». Me sorprendía musitando palabras de consuelo, transmitiendo pueriles esperanzas. Ellos seguían mirándome inmóviles; de pronto las ramillas rosadas de las branquias se enderezaban. En ese instante yo sentía como un dolor sordo; tal vez me veían, captaban mi esfuerzo por penetrar en lo impenetrable de sus vidas. No eran seres humanos, pero en ningún animal había encontrado una relación tan profunda conmigo. Los axolotl eran como testigos de algo, y a veces como horribles jueces. Me sentía innoble frente a ellos, había una pureza tan espantosa en esos ojos transparentes. Eran larvas, pero larva quiere decir máscara y también fantasma. Detrás de esas caras aztecas inexpresivas y sin embargo de una crueldad implacable, ¿qué imagen esperaba su hora?Les temía. Creo que de no haber sentido la proximidad de otros visitantes y del guardián, no me hubiese atrevido a quedarme solo con ellos. «Usted se los come con los ojos», me decía riendo el guardián, que debía suponerme un poco desequilibrado. No se daba cuenta de que eran ellos los que me devoraban lentamente por los ojos en un canibalismo de oro. Lejos del acuario no hacía mas que pensar en ellos, era como si me influyeran a distancia. Llegué a ir todos los días, y de noche los imaginaba inmóviles en la oscuridad, adelantando lentamente una mano que de pronto encontraba la de otro. Acaso sus ojos veían en plena noche, y el día continuaba para ellos indefinidamente. Los ojos de los axolotl no tienen párpados.Ahora sé que no hubo nada de extraño, que eso tenía que ocurrir. Cada mañana al inclinarme sobre el acuario el reconocimiento era mayor. Sufrían, cada fibra de mi cuerpo alcanzaba ese sufrimiento amordazado, esa tortura rígida en el fondo del agua. Espiaban algo, un remoto señorío aniquilado, un tiempo de libertad en que el mundo había sido de los axolotl. No era posible que una expresión tan terrible que alcanzaba a vencer la inexpresividad forzada de sus rostros de piedra, no portara un mensaje de dolor, la prueba de esa condena eterna, de ese infierno líquido que padecían. Inútilmente quería probarme que mi propia sensibilidad proyectaba en los axolotl una conciencia inexistente. Ellos y yo sabíamos. Por eso no hubo nada de extraño en lo que ocurrió. Mi cara estaba pegada al vidrio del acuario, mis ojos trataban una vez mas de penetrar el misterio de esos ojos de oro sin iris y sin pupila. Veía de muy cerca la cara de una axolotl inmóvil junto al vidrio. Sin transición, sin sorpresa, vi mi cara contra el vidrio, en vez del axolotl vi mi cara contra el vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del vidrio. Entonces mi cara se apartó y yo comprendí.Sólo una cosa era extraña: seguir pensando como antes, saber. Darme cuenta de eso fue en el primer momento como el horror del enterrado vivo que despierta a su destino. Afuera mi cara volvía a acercarse al vidrio, veía mi boca de labios apretados por el esfuerzo de comprender a los axolotl. Yo era un axolotl y sabía ahora instantáneamente que ninguna comprensión era posible. Él estaba fuera del acuario, su pensamiento era un pensamiento fuera del acuario. Conociéndolo, siendo él mismo, yo era un axolotl y estaba en mi mundo. El horror venía -lo supe en el mismo momento- de creerme prisionero en un cuerpo de axolotl, transmigrado a él con mi pensamiento de hombre, enterrado vivo en un axolotl, condenado a moverme lúcidamente entre criaturas insensibles. Pero aquello cesó cuando una pata vino a rozarme la cara, cuando moviéndome apenas a un lado vi a un axolotl junto a mí que me miraba, y supe que también él sabía, sin comunicación posible pero tan claramente. O yo estaba también en él, o todos nosotros pensábamos como un hombre, incapaces de expresión, limitados al resplandor dorado de nuestros ojos que miraban la cara del hombre pegada al acuario.Él volvió muchas veces, pero viene menos ahora. Pasa semanas sin asomarse. Ayer lo vi, me miró largo rato y se fue bruscamente. Me pareció que no se interesaba tanto por nosotros, que obedecía a una costumbre. Como lo único que hago es pensar, pude pensar mucho en él. Se me ocurre que al principio continuamos comunicados, que él se sentía más que nunca unido al misterio que lo obsesionaba. Pero los puentes están cortados entre él y yo porque lo que era su obsesión es ahora un axolotl, ajeno a su vida de hombre. Creo que al principio yo era capaz de volver en cierto modo a él -ah, sólo en cierto modo-, y mantener alerta su deseo de conocernos mejor. Ahora soy definitivamente un axolotl, y si pienso como un hombre es sólo porque todo axolotl piensa como un hombre dentro de su imagen de piedra rosa. Me parece que de todo esto alcancé a comunicarle algo en los primeros días, cuando yo era todavía él. Y en esta soledad final, a la que él ya no vuelve, me consuela pensar que acaso va a escribir sobre nosotros, creyendo imaginar un cuento va a escribir todo esto sobre los axolotl.
Julio Cortázar

EL AMOR Y LA LOCURA

Cuentan que una vez se reunieron en algún lugar de la tierra, todos los sentimientos y cualidades del hombre: cuando el aburrimiento había bostezado por undécima vez, la locura, como siempre tan loca, les propuso: vamos a jugar a las escondidas! La intriga levantó la cabeza intrigada y la curiosidad sin poder contenerse, preguntó: las escondidas?¿Y como es eso?.Es un juego explico la locura, en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta mil; mientras ustedes se esconden... el primero de ustedes que sea encontrado toma mi lugar para continuar el juego.El entusiasmo bailo secundado de la euforia, la alegría dio tantos saltos que termino por convencer a la duda e incluso a la apatía, a la que casi nunca le interesaba nada.Pero no todos quisieron participar: la verdad prefirió no esconderse, para que?,Si al final siempre la encuentran, y la soberbia opino que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no se le había ocurrido a ella), y la cobardía prefirió no arriesgarse.Uno, dos, tres, comenzo a contar la locura. La primera en esconderse fue la pereza, que se dejo caer tras la primera piedra que encontro. La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del tiempo.la generosidad casi no encontró lugar donde esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para algunos de sus amigos, al final se escondió tras un rayito de sol.La tranquilidad se escondió en un lago cristalino, la timidez en una hendija de un árbol, la libertad, en el vuelo de una mariposa, el egoísmo encontró un sitio cómodo, pero solo para el, la mentira se escondió en el fondo de los océanos(mentira, se escondió detrás del arco iris), la pasión y el deseo en el centro de los volcanes. el olvido... se me olvido donde...pero eso no es importante...Cuando la locura contaba 998... 999... el amor aun no había encontrado lugar donde esconderse... pues todo se encontraba ocupado... hasta que diviso un rosal y con cuidado y enternecido, decidió esconderse entre las rosas.Mil!!! -dijo la locura, y comenzó a buscar; la primera en aparecer fue la pereza a solo tres pasos de allí, después se escucho a la fe discutiendo con dios en el cielo y a la pasión y el deseo se los escucho vibrar en los volcanes.En el descuido encontró a la envidia, y claro así pudo deducir donde estaba el triunfo.al egoísmo no tuvo que ir a buscarlo, el solo disparo de su escondite, pues resulto ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago descubrió a la tranquilidad; con la duda resulto mas fácil, pues la encontró sentada en una cerca, sin resolver de donde esconderse.Así fue encontrando a todos, al talento en la hierba fresca, a la angustia en una cueva oscura, a la mentira detrás del arco iris(mentira, si ella estaba escondida en el fondo de los océanos), y hasta el olvido... que ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas.Solo el amor no aparecía por ningún lado.la locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada da arroyo en la cima de la montaña, y cuando estaba por darse por vencida, divisó el rosal y las rosas.tomo una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuándo de pronto, un doloroso grito sé escucho.las espinas habían herido los ojos del rosal y la locura no sabia que hacer para disculparse; Lloro, rogó, pidió perdón, y hasta prometió ser siempre su guia.y el amor perdono, porque el amor siempre perdona.Desde entonces, desde que por primera vez se jugo a las escondidas en la tierra, el amor es ciego y la locura su compañía.